Descubre mi sentido homenaje a los coches a escala, que para muchos fueron el origen de nuestra pasión por el automóvil, ya sea clásico o moderno…
Así empezó todo, supongo, lo recuerdo vagamente… tendría yo unos tres años… ha venido a vernos mi tía de Londres y tras vencer yo mi timidez, ya somos tan amigos. Sobre todo después del regalazo que me ha hecho: recuerdo que era una caja que debía contener unos seis o nueve cochecitos a escala 1:64. Sobreviviendo mudanzas, gamberradas varias, limpiezas generales… y a mis propios niños, dos de ellos me han acompañado muchos años y uno de ellos hasta hoy: este Austin Healey…
En aquellos años el Estado español aún protegía con celoso ahínco (y tasas) a la industria patria de las importaciones. Esto era así para los coches de verdad (importar uno era prohibitivo) y también para los cochecitos a escala: salvo por la visita de una tía o por algún viaje esporádico “al extranjero», en la España de aquella época sólo podíamos soñar con modelos de Matchbox, Hot Wheels o Siku.
Pero menudo consuelo tuvimos con las miniaturas de Guisval o Pilen, aquello era una maravilla, aún recuerdo las cajitas transparentes con la base naranja clarito, esas visitas al Corte Inglés los sábados por la tarde, a hacer la compra y, si se terciaba, conseguir de mis padres un Mercedes SLC de la policía, un Citroën GS o un Renault 12 caravana, todos últimas novedades del momento, claro. Aunque había otras formas de conseguirlos… ¿Pasabas unos días con fiebre? Te caía un Guisval. ¿Alguna buena nota en el colegio? ¡Yuju…! Otro para la cole…
Una cole que llegó a ser considerable, no tanto por las buenas notas como por las fiebres… incluso a pesar del episodio aquél en que llevaba todos mis favoritos en una bolsa del super que (glubs) quedó en el coche a merced del infame sol de agosto y el habitáculo debió alcanzar como 500 grados… esos veranos de calor insoportable, que los había, incluso antes de la llegada del cambio climático. El caso es que por efecto del sol los plásticos de la mayoría de los coches quedaron deformados, incluyendo las ruedas, lo que los dejó inservibles – y a mí desconsolado.
Vinieron otros cochecitos y hoy en día ya entre las mudanzas y limpiezas que decía antes me han quedado unos pocos elegidos que conservo como oro en paño. Sí, prácticamente no hay ningún aficionado a los coches que no tenga alguna miniatura en casa. Así que he pensado que ya era hora de escribir aquí algo sobre este tema que tanto nos apasiona.
Los primeros coches a escala: Dinky Toys
Es curioso pero a pesar de que los primeros coches surgieron a finales del siglo XIX, hubo que esperar a los años 30 para que floreciera la industria de los cochecitos. En Francia, desde 1932 Solido comienza a promocionar las virtudes del metal prensado y en Alemania es Schuco la que fabrica sobre todo coches de hojalata desde 1935, aunque en ambos casos no se puede hablar de coches a escala, sino de juguetes a cuerda con motor de resorte – si buscamos el origen de los coches a escala en metal prensado, tenemos que irnos a Gran Bretaña.
Y concretamente a Liverpool, donde en 1933 la empresa Meccano, para adornar sus maquetas de trenes a escala, saca al mercado una serie de accesorios de metal, entre los que se encuentran… sí… seis modelos de cochecitos, que enseguida fueron objeto de deseo de los infantes británicos y a partir de 1935 fueron una línea de negocio con derecho propio que se llamaron Dinky Toys.
Sana competencia: Matchbox y Corgi
Durante la guerra, ya se sabe que (en estos artículos siempre vengo con la misma cantilena) toooda la producción industrial se concentró en producir armamento y material militar, pero ya en 1947 la compañía Lesney comienza a fabricar juguetes en metal y a partir de 1953 también cochecitos.
Por aquella época, los colegios británicos permitían a los niños llevar al cole cualquier juguete que cupiera en una caja de cerillas y a partir de ahí surgió la idea para la nueva línea de juguetes cuyo nombre que se volverá mágico y evocador, sinónimo durante décadas de cochecitos de juguete asequibles: Matchbox, o literalmente “caja de cerillas”.
Durante un tiempo, los cochecitos disponibles en el mercado estuvieron hechos enteramente de metal y carecieron de ventanillas o interiores, pero en 1956 aparece un tercer competidor en liza cuando la compañía Mettoy, hasta entonces especializada en hojalata, lanza otra marca que se volverá icónica, con un nombre inspirado en una raza de perros galesa: Corgi.
Llegaron alardeando de ser the ones with windows o “los de las ventanillas” y ya os podéis imaginar: el mercado se animó muchísimo… Dinky Toys respondió enseguida actualizando su vehículos, Matchbox hizo lo propio y la misma Corgi no falló cuando tuvo que responder a la competencia, dando rienda suelta a la imaginación.
Los siguientes años fueron la época dorada para los tres fabricantes ingleses, que con ciertos solapes se repartieron el mercado a nivel mundial. Aunque siempre con un líder indiscutible: Matchbox, que llegaría a producir hasta 100 millones de cochecitos al año. Llegaron las suspensiones, las ruedas direccionables, los interiores detallados, los faros brillantes… y por cierto también las aleaciones estables.
Zamak
Sip, dediquemos un párrafo al metal del que están hechos los sueños, digooo… los cochecitos. Los hay de resina, antiguamente incluso de hierro y hasta de acero estampado, pero lo más común es que se hagan vertiendo en un molde a presión metal líquido de una aleación inventada en 1929 llamada Zamak, acrónimo de sus componentes en alemán: un 95-99% de Zink mezclado con Aluminium, Magnesium y Kupfer (cobre).
Antes de que se popularizara el uso de Zamak, los cochecitos se fabricaban en aleaciones que tomaban el zinc como base pero las impurezas de plomo las hacía susceptibles a la corrosión en la que el material comenzaba a mostrar grietas, burbujas o picaduras y acababa partiéndose al mínimo golpe o desintegrándose en trocitos. Precísamente por culpa de este proceso muy pocas miniaturas de antes de la guerra han sobrevivido hasta nuestros días y sólo a partir de 1960 se puede decir que la llamada “peste del zinc” quedó completamente erradicada.
Los Hot Wheels llegan arrasando
Pero esperad, por que en EEUU se está tramando algo que hará temblar los cimientos de la industria… por que desde 1959 la empresa Mattel viene encandilando a las niñas con la muñeca Barbie, pero ahora buscan una línea de juguetes que seduzca de igual manera a los chicos y tras darle muchas vueltas y aunque no muy convencidos se han decidido por los coches…
Los americanos ya contaban desde los años 30 con sus propias marcas de cochecitos, sobre todo Tootsie Toys y Kiddietoys, aunque con una presencia limitada en el mercado. En Mattel vieron que había sitio para uno más e idearon una línea de cochecitos ciertamente rompedora y muy americana que en 1968 irrumpió en el mercado como un tsunami con el nombre de Hot Wheels.
Se trataba de coches americanos estilo custom con diseños a mitad de camino entre fantasía y realidad, con su pintura “Spectraflame” de colores vivos con efecto metalizado y, crucialmente, equipados con ruedas gruesas y ejes superligeros que les permitían tomar velocidad fácilmente – mucha velocidad: el equivalente a escala de unos 300 km/h.
La idea fue estratosférica y los niños se volvieron locos, comprando (bueno, sus papis) unos 16 millones de Hot Wheels en el primer año. Y al año siguiente, por qué no… desembarcaron en Gran Bretaña, la cuna de los cochecitos… oh my God.
El contragolpe
Los británicos de Dinky, Matchbox y Corgi tuvieron que ver atónitos cómo sus ventas comenzaban a caer especialmente en EEUU pero respondieron rápidamente, cada una con su versión de los coches rápidos de Hot Wheels: en el mismo 1969 Matchbox añadía ruedas de baja fricción creando la línea “Superfast” y Corgi hacía lo propio con “Whizzwheels” de manera que para mediados de los ’70 volvían a ser empresas de referencia, aunque cada una con un trozo más pequeños del pastel, claro.
Y es que el resto de la competencia tampoco dormía… A principios de los 70, Schuco y Solido producen modelos de gran realismo y en la parte más asequible del mercado, Gama seduce a gran parte de los niños alemanes y Norev y sobre todo Majorette dominan en Francia, mientras que en Italia Polistil atrae también a los adultos con su escala 1:18, a la que desde 1977 se enganchará con tremendo éxito Bburago.
En Japón tuvieron desde 1970 a Tomica y en Dinamarca la emblemática Tekno. En España, desde 1969 tres señores llamados Guillen, Serralta y Valero comienzan a fabricar Guisval, miniaturas en metal” y en Barcelona los de Pilen comienzan montando miniaturas a partir de piezas sueltas de Dinky Toys enviadas desde Francia.
Unos pocos supervivientes
Pero la fiesta no podía durar… hacia finales de los 70 las preferencias de los niños comienzan a cambiar y al mismo tiempo se vuelve cada vez más difícil competir a nivel mundial fabricando en Europa y mucho menos en Reino Unido, donde la inflación y la Libra fuerte causan estragos. Así que en noviembre de 1979 la icónica fábrica de Dinky Toys en Liverpool se ve obligada a cerrar sus puertas. La marca cambiaría de manos varias veces hasta que a mediados de los 80 sería adquirida por Matchbox.
El siguiente icono en caer fue la propia Matchbox: en 1982 la marca, muchas herramientas y moldes son adquiridos por Universal Toys, años después por Tyco y en 1997 por… Mattel.
Finalmente, también le llegó la hora a Corgi, que tuvo que ser liquidada en 1983: en principio la marca fue adquirida por directivos de la compañía pero en 1989 acabó también en poder de… sí, sí… Mattel, aunque en 1995 volvió a ser independiente.
Otras dos históricas, Schuco y Solido, también lo pasaron mal y acabaron vendidas a Gama y Majorette, respectivamente, y hoy ambas forman parte del grupo Dickie Toys. Sin embargo, hubo algunas excepciones a tanto fracaso. Una fue la alemana SIKU, que en 1984 adquirió la berlinesa Wiking especializada en la escala microscópica 1:87.
Y la otra fue naturalmente Hotwheels, que hoy en día y tras unos 3.000 millones de cochecitos vendidos está más fuerte que nunca, sobreviviendo a la era de los ordenadores, las videoconsolas, los móviles, los juegos on line… gracias a los niños – y también a muchos adultos, ya que el coleccionismo ha ido creciendo exponencialmente en los últimos años.
Epílogo
A mí mismo hoy en día, me siguen entusiasmando los cochecitos – incluidos, tengo que confesarlo, los de Hotwheels con sus luminosos colores… no dejo de echar un vistazo cada vez que paso por la sección de juguetes del “super” y de vez en cuando incluso alguno se viene conmigo para casa. Al principio mi mujer me decía que a dónde iba yo con eso, ahora ya según el día me pone cara rara o me lanza una sonrisa cómplice.
Y es que no sé qué tendrán, pero estos bichitos de metal con ruedas entusiasman y enamoran de pequeño, van dejando huella según creces y más tarde te traen recuerdos de esos que quedan en las “cajitas” del archivador de la memoria para las cosas bonitas de la vida.
DH
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