La Targa Florio fue una carrera gloriosa, ahí arriba junto con Le Mans, la Mille Miglia y la Panamericana, pero con ese sabor siciliano indescriptible…
Si les preguntas, muchos habitantes de la región de Le Madonie en Sicila aún se acordarán con nitidez, cómo olvidarlo… horas antes de la carrera se hacía un llamamiento a la población para que cerraran a cal y canto las puertas de sus casas, recogieran a sus animales domésticos y sobre todo encerraran al ganado y echaran un ojo a los niños. Y se aconsejaba a los pilotos que pisaran con garbo el acelerador para avisar a los peatones de su llegada, como si el rugido de un 12 cilindros reduciendo al entrar en el pueblo no fuera suficiente. Bienvenidos a la Targa Florio.
Sicilia es conocida por el Etna, la Mafia, sus preciosos paisajes… y el inmenso legado cultural, ya que hay pocas regiones en el mundo que hayan sido ocupadas por tantas fuerzas extranjeras: griegos, romanos, árabes, normandos, alemanes, franceses, españoles, austríacos… y a partir de 1906 una tropa de extraños personajes con mono y casco que desembarcaban una vez al año con una máquinas rugientes endiabladamente veloces.
Dominada en una primera época gloriosa por la marca Bugatti y pilotos como Tazio Nuvolari, con la dichosa guerra entre medias vivió una segunda era dorada entre 1955 y 1973, ya con el recorrido acortado de 148 a 72 kilómetros y un máximo de 11 vueltas doblegada por los icónicos Sport o Gran Turismo de Ferrari, Mercedes o Porsche y pilotos como Stirling Moss o Graham Hill. El banderazo de salida no se daba a todos a la vez, sino que se hacía salir a cada coche con 20 segundos de separación ya que una salida en masa por esas carreteras tan estrechas habría sido imposible.
Durante la carrera, los espectadores se agolpaban en las cunetas y en las aceras para animar a sus héroes e incluso algunos intentaban tocar con la mano la carrocería en los tramos más lentos justo en el momento en que el monstruo pasaba a pocos centímetros, buscando la trazada ideal. Las masas de gente estaban por todas partes, compartiendo el paisaje junto a rocas, árboles y precipicios sin quitamiedos… de vez en cuando algún caballo perdía una herradura que quedaba suelta en mitad de la carretera o lo mismo de repente se cruzaba un paisano que había decidido trasegar con su burro unas fanegas de olivas al pueblo de al lado.
El héroe local fue Nino Vaccarella, el único, claro, que logró aprenderse el trazado de memoria. Vaccarella condujo monstruos, digooo… coches que en los años ’70 comenzaban a estar un poco fuera de lugar en los pueblecitos de Sicilia. Por ejemplo, en 1970 condujo un Ferrari 512S con… atención… 560 CV para 850 kg. Porsches y Alfas competían por la victoria con prestaciones similares y con ellos no era raro alcanzar medias de velocidad de 130 km/h danzando por las más de 900 curvas y los mil metros de desnivel del estrecho y tortuoso “circuito”.
Menos mal que al llegar a la recta de Buonfornello los pilotos se podían tomar un “descanso” de tanta curva… dejando volar sus bólidos a más de 300 km/h durante seis kilómetros, antes de reducir para acercarse a la ciudad de Cerda. Como veis, el tema no podía durar mucho: todos los años había incidentes de diversa índole.
El Fin de la Targa Florio
Así que en 1973 la carrera dejó de contar para los campeonatos internacionales y en 1977 se canceló definitivamente: ese año un piloto se salió de la carretera al llegar al final de la famosa recta de Buonfornello y atropelló mortalmente a dos espectadores, quedando otros dos y él mismo gravemente heridos.
La carrera fue transformada en un rally más, para coches más lentos y… bueno, en general eso ya fue otra cosa, nada que ver con las ediciones gloriosas de tiempos ya pasados. Por cierto que con once victorias, Porsche ganó más Targa Florios que ninguna marca y la denominación “Targa” para sus modelos con techo extraíble viene precisamente de esta carrera, otro icono que nunca volverá.
DH
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