Descubre las mejores historias sobre barnfinds, coches clásicos encontrados por casualidad (o no) tras muchos años ocultos y olvidados acumulando polvo…
He aquí una parte fascinante de la afición a los coches clásicos. Todos los entusiastas hemos soñado con ello alguna vez: pasear por el campo, explorar un edificio abandonado y encontrar dentro, bajo un montón de paja y trastos viejos, un coche abandonado por sus dueños y olvidado desde hace décadas. Si además el coche está bien conservado mucho mejor, claro. Y si es un modelo raro de gran valor, entonces acabamos de encontrar el santo grial.
En muchos casos, sus dueños habrán “aparcado” el tesoro sobre ruedas en un cobertizo o granero, barn en inglés, una construcción abundante en Norteamérica, de donde viene el término anglosajón: barnfind o “descubrimiento en el granero”. Aunque el término se aplica a otras localizaciones, ya sean garajes, aparcamientos de hoteles o el fondo de un lago… en fin, aquí van algunos de los más famosos.
Un Daytona en el trastero
Año 2000. Octubre. Una mujer llama Donna O’Hara se empapa en gasolina y se prende fuego a sí misma. No entraremos en sus razones, pero tras trece horas de agonía la mujer muere y se tarda más de un mes en identificarla. Cuando la policía accede a su garaje descubre entre otros coches un rarísimo Shelby Daytona Coupé, uno de seis construidos y con un gran historial de competición siendo pilotado por Chris Amon o Phil Hill entre otros en Sebring, Le Mans o las salinas de Bonneville donde batido varios récords de velocidad, antes de ser denostado y vendido por 4.000 dólares a un coleccionista de miniaturas y luego a un joven Phil Spector, el afamado productor musical y excéntrico millonario.
Lo que pasó después es bastante oscuro y lo único que se sabe es que el coche acabó en el garaje de Donna, hija del guardaespaldas de Spector. Tras una dura batalla legal, el juez finalmente adjudicó el coche a un amigo de la fallecida a quien ésta había vendido el coche días antes de su muerte. El lío jurídico tenía una valiosa razón de ser, bueno… cuatro millones de razones. Fotos: Road&Track y otros
Un ferrari en el desierto
A principios de los ’60, un soldado americano que recorría Europa descubrió en una tienda suiza de coches de segunda mano un Ferrari 166MM de 1949, uno de los primeros en llevar el cavallino rampante, del que sólo se hicieron 25 unidades. Unas semanas y seis mil dólares más tarde, el coche acabó en EEUU en manos de un colega, los dos amigos lo pusieron a punto y se lo pasaron bomba conduciéndolo a toda velocidad por su vecindario de Scottsdale, en Arizona. Sin embargo un tiempo después el deportivo sufrió una avería mecánica y acabó aparcado bajo unas mantas y planchas de plástico… que luego alguien tuvo a bien retirar con lo que el coche pasó unos cincuenta años bajo el sol del desierto, hasta la muerte de Litton en 2007.
Al acceder al coche, los herederos se documentaron bien sobre lo que les había caído entre manos y su nuevo dueño tuvo que desembolsar 1,5 millones de dólares, aunque probablemente su auténtico valor haya acabado siendo mayor, una vez que se comprobara que el coche había participado en Le Mans y la Targa Florio, conducido entre otros por el mismísimo Juan Manuel Fangio. Foto: Ron Kimball
No sin mi Alas de Gaviota
Hay padres y PADRES. Como los de Tom Wellmer, un californiano que por su graduación recibió como regalo un Mercedes 300 SL “Alas de Gaviota”, pero además no cualquiera sino uno de los 29 que se fabricaron con carrocería de aluminio. El caso es que el bueno de Tom hizo un uso intenso de su cochazo, conduciéndolo regularmente durante años hasta que en 1971 le falló la transmisión y acabó aparcándolo “sine die” en su garaje de Santa Mónica, California.
Veinte años más tarde, un entusiasta descubre el coche, pero le lleva otros veinte años convencer a Tom de vendérselo, cosa que al final hace a cambio eso sí de 2,5 millones de dólares. Y sí, el comprador hizo un buen negocio: hoy en día los 300 SL “normales” se venden por 1,2 millones pero los de aluminio, con sus ventanillas de plexiglas, frenos más potentes, suspensión más baja y ruedas especiales, alcanzan los cuatro millones. Foto: Rudi Koniczek
El Bugatti hundido en el lago
En agosto de 1967 un submarinista de Ascona, pequeña ciudad a las orillas del Lago Maggiore en Suiza, decide averiguar qué hay de cierto en la leyenda que circulaba desde hacía años acerca de un coche hundido en el lago. Y efectivamente, ahí yacía un Bugatti Tipo 22 “Brescia” de 1925, conducido por la zona entre 1933 y 1935 por un arquitecto de Zurich que lo había comprado en Francia pero no lo había importado al país alpino. Pero menudos son los agentes aduaneros suizos: en 1936 dan con el coche que está aparcado en el garaje de unos amigos del arquitecto y ante la exigencia de pagar las tasas de importación, el coche acabó hundido en el lago suspendido con una cadena para poder izarlo en algún momento… que finalmente nunca llegó.
Décadas más tarde, en 2008, un habitante de Ascona muere a causa de una brutal paliza y sus amigos deciden crear una fundación cuyos fondos vendrán de la venta del Bugatti. Así que lo sacaron del lago y a pesar de su lamentable estado obtuvieron por él 260.000 euros, el importe que pagó el Mullin Automotive Museum por incluirlo en su exposición permanente. Fotos: Bonhams y otros.
Sólo para nuestros ojos
En 1989 una pareja de Nueva York pujó en una subasta ciega por el contenido de un contenedor en liquidación, sin saber lo que había dentro: ofrecieron 100 dólares y se adjudicaron el lote. Cuando lo abrieron expectantes apareció ante ellos un Lotus Esprit en versión submarino de la película “Sólo Para Sus Ojos” de James Bond.
El coche en cuestión había sido convertido por una empresa oceanográfica para moverse bajo el agua en la película y tras ser usado en eventos para promocionar el film, fue encerrado en un contenedor cerca de Nueva York – y luego se olvidaron de él. La afortunada pareja acabó vendiendo el vehículo en subasta por 616.000 libras… a Elon Musk. Fotos: EON productions y otros
El gatito perdido
Otro clásico entre los clásicos: los herederos de Howard Glidovlenko encontraron en su garaje un tesoro inimaginable. Debajo de un montón de cajas que contenían objetos de lo más diverso se ocultaba un Jaguar. Hasta ahí todo (casi) normal. Pero es que además se trataba de un E-Type. Bueeeno, no está mal, en buen estado se cotizan en torno a los 80.000 euros. Pero espera, no es un E-type cualquiera, es una de las doce unidades de la versión “Lightweight”, con carrocería en aluminio y algunas florituras mecánicas instaladas pensando en la competición.
Los otros once ejemplares estaban todos localizados, pero faltaba uno que se creía perdido para siempre… Gidovlenko había comprado el coche, que apenas había competido y estaba por tanto en muy buen estado, y luego lo había conducido muy poco antes de guardarlo en su garaje. El Jaguar acabó vendido en 2003 por 1,4 millones de dólares en la subasta de RM en Amelia Island. Aunque hoy en día vale mucho más: en 2017 se vendió otro de los doce por unos siete millones. Foto: RM Sotheby’s
Desenterrando un Ferrari
Parece que el famoso caso del Dino enterrado fue finalmente resuelto por Mike Spinelli de la revista Jalopnik años después de ser descubierto. En resumidas cuentas, un hombre con pocos escrúpulos y muchas deudas decidió hacer desaparecer el Ferrari Dino 246 GTS del ’74 que había regalado hacía poco a su mujer. Su objetivo era tan simple como engañar al seguro para cobrar la indemnización. Todo funcionó a la perfección excepto un detalle: los dos tipos que debían ejecutar el plan quedaron prendados del coche y decidieron enterrarlo para recuperarlo cuando las aguas se calmaran.
Sin embargo, nunca volvieron a por él y algunos años más tarde, en 1978, unos chavales que andaban jugando en el jardín trasero de su casa vieron que había algo metálico enterrado… La compañía de seguros asumió la propiedad del Dino y procedió a venderlo para recuperar su dinero, el coche fue restaurado por su nuevo dueño y hoy en día luce la matrícula DUGUP, algo así como “desenterrado”.
Un Lamborghini en la trastienda
Éste tesoro se encontró en España. En 1996 los sucesores de un adinerado familiar recientemente fallecido llamaron a Simon Kidston, de la casa de subastas Bonhams, para estimar el valor de un Porsche 906 que habían recibido en herencia. Kidston, experto entre expertos, echó un vistazo al Porsche pero enseguida, tras un montón de cachivaches y unas veinte motos de época divisó al fondo de la sala otro coche en la penumbra y su instinto probablemente le dijo al instante que aquí había algo realmente fuera de lo normal.
Se trataba de un Lamborghini 400 GT “Monza”, un prototipo presentado en el Salón de Barcelona de 1967 que no se llegó a fabricar en serie y cuya única unidad fue vendida a un americano y luego al mencionado español, que tras conducirlo brevemente lo aparcó en la trastienda de su casa con tan sólo 7.000 kilómetros. Kidston tardó nueve años en convencer a la familia de venderlo y en 2005 Bonhams tramitó la venta por 315.000 dólares. Foto: Bonhams
Al escondite con los nazis
Al empezar la segunda guerra mundial, Citroën tenía rodando varios prototipos de su nuevo coche, que llamaban TPV y que años después se comercializaría como 2CV. El caso es que ante la seguridad de que los nazis invadirían Francia, la dirección de Citroën decidió esconder todos los prototipos para que su tecnología no cayera en manos de los invasores. Así que escondieron los coches en varios sitios diferentes y en un momento dado se dio la orden de destruirlos.
Afortunadamente, algunos trabajadores de Citroën desobedecieron las órdenes y escondieron tres de ellos de nuevo, y muy bien, por lo que se ve: no fue hasta 1995 cuando fueron descubiertos… en un granero, bajo una gruesa capa de polvo y un montón de balas de heno. La empresa francesa usó el descubriendo para darse un baño de marketing colosal, aunque no fue para menos. Foto: PSA
Epílogo: un sueño hecho realidad (o no)
Para terminar, hay que decir que no es oro todo lo que reluce, estamos en la era de la desinformación y en cuanto a bulos, el mundo de los clásicos no es una excepción. Pero aunque circulan muchas historias falsas sobre clásicos en graneros, hay una que se lleva la palma, quizás por su recurrencia, ya que lleva circulando desde 2007…
Un americano decide retirarse e invertir su dinero de la jubilación comprando una finca en Portugal que había estado vacía durante 15 años. El dueño y su esposa habían muerto y no había herederos, así que la casa se había puesto a la venta para pagar una deuda con el fisco. Varias personas fueron a verla, pero nadie mostró interés, así que finalmente nuestro protagonista pudo comprarla por poco más de la mitad de su valor. Hasta entonces, tampoco nadie había querido entrar en la nave que había en el terreno, cuyas puertas de acero habían sido soldadas, pero tras mudarse, el nuevo dueño se dispuso a irrumpir en el establo. Así que compró un generador y un par de sierras… y junto a su esposa rompieron las soldaduras y se supone que encontraron lo que se ve en las fotos.
Como os decía, la historia es un bulo. Efectivamente, estas fotos fueron tomadas en Portugal, pero por encargo de un coleccionista que había acumulado durante años los coches en una nave y quería tener un reportaje de su tesoro. El fotógrafo se comprometió a no desvelar la ubicación de la colección, pero finalmente las fotos saltaron a internet y algún listillo se inventó la historia que acabo de relatar, que se hizo viral y aún sigue saliendo con regularidad en foros y redes sociales.
Eso sí, el resto de historias que os he contado son verdaderas. Y todos los años siguen y seguirán saliendo a la luz hallazgos similares de mayor o menor valor monetario y/o sentimental – de los que nos invitan a los aficionados a soñar despiertos, o quizás algún día ser los protagonistas de uno de estos descubrimientos.
DH
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