Un recorrido por diez circuitos ibéricos clásicos, algunos de los cuales ya sólo existen en los libros de historia y en la memoria de algunos privilegiados…
Cada uno de estos trazados tuvo su época de esplendor en unos años concretos y queda como símbolo de aquellos tiempos en los que quemar gasolina y jugarse el pellejo era visto (hasta cierto punto) como algo normal. Estos son los circuitos que encontraremos en nuestro recorrido:
1. Terramar
El Autódromo de Terramar en Sant Pere de Rines (Barcelona) fue el primer circuito permanente de la península ibérica y… bueno… ni más ni menos que el tercero de Europa y el cuarto del mundo – Brooklands, Monza e Indianápolis fueron sus ilustres predecesores. Construido en 1923, es una impresionante obra de ingeniería de forma ovalada y dos peraltes vertiginosos con inclinaciones de hasta 60º – y quizás alguno más. Para lanzar el circuito, se celebró una carrera con coches de la máxima categoría de la época (la Fórmula 1 no existía aún) aunque no puntuable para el campeonato.
Como es de imaginar, la inversión necesaria para construirlo fue enorme, pero sus dueños originales fueron al límite con sus recursos financieros y lamentablemente no supieron o no pudieron lograr que el circuito fuera rentable. Además, los peraltes eran brutales e, incluso en aquella época de pilotos temerarios, muchos se negaron a correr ahí.
Dos años duró la intentona y alguno más tarde el terreno comenzó a pasar de una mano a otra prácticamente sin eventos deportivos, salvo alguna prueba esporádica de motociclismo, teniendo lugar la última en 1956. Sin embargo, curiosamente a pesar de su corta vida “en activo”, el circuito está rodeado de un halo de leyenda y cada vez más gente se interesa por conocerlo – de hecho, parece que es posible visitarlo previa conversación con el dueño.
2. Montjüic
El parque de Montjuic en Barcelona ha sido testigo de carreras de coches ya desde los años treinta: entre 1933 y 1936 fue el escenario del Penya Rhin Grand Prix aunque luego como siempre la guerra interrumpió las competiciones. Pero en este caso no se reactivaron hasta 1969, año en que este circuito albergó una prueba puntuable para el Campeonato del Mundo de Fórmula 1 y lo haría tres años más hasta 1975, en alternancia con el Circuito del Jarama. Montjuic tenía la fascinación de los circuitos urbanos, con el añadido de sus atractivas y características subidas y bajadas, que por otro lado lo dotaban de una peligrosidad añadida.
La edad de oro del trazado tuvo lugar entre 1971 y 1973, con multitud de eventos aparte de la Fórmula 1, pero la seguridad no era unos de los fuertes del circuito, y es que en esta época varios trazados en todo el mundo se encontraron con el mismo problema: la potencia de los coches aumentaba exponencialmente y los trazados antiguos se quedaban obsoletos, con curvas y cambios de rasante inadecuados para la velocidad y la aceleración de los nuevos bólidos o quitamiedos mal ajustados o… que brillaban por su ausencia.
Todo acabó en el Gran Premio de F1 de 1975: tras los entrenamientos varios pilotos y equipos pensaron en abandonar debido a la falta de seguridad pero cuentan que el gobierno de Franco amenazó con requisar sus coches. En fin, ya en la carrera, en la vuelta 26 el piloto alemán Rolf Stommelen perdió el alerón de su coche y el control del mismo, estrellándose contra los espectadores y matando a cinco personas. Adiós. Montjuic.
3. Pedralbes
Ya se sabe que la Guerra Civil española dejó el país empobrecido económica, social y culturalmente. Pero no hay mal que cien años dure y en 1946 las carreras de coches volvieron a Barcelona, aunque no a Montjuic (donde habían tenido lugar hasta 1935) sino al circuito de Pedralbes. Otro circuito urbano, discurría por las actuales Avenida Diagonal y Avenida de Pedralbes y Avenida de Esplugues.
Pedralbes llegó a albergar el Gran Premio de España de Fórmula 1 en un par de ocasiones (en 1951 y 1954) pero al igual que otras competiciones por todo el mundo, el terrible accidente de Le Mans en 1955 acabó con él.
4. Guadalope
El circuito urbano de Guadalope discurría por las calles de Alcañiz (Teruel) y recibió el nombre del río que atraviesa esta ciudad. Espectacular y legendario, fue escenario de competiciones desde 1965. Aquí tuvo lugar la “Copa Nacional Renault 8 TS”, conocida posteriormente como “Copa Nacional Renault” con la entrada de los Renault 5 TS y Renault 5 “Copa” – esos “culogordos” derrapando por las callejuelas forman parte de la memoria colectiva automovilística ibérica.
Milagrosamente, el circuito sobrevivió durante años mientras otros iban desapareciendo, pero a finales de los ’90 la Federación Española comenzó a expresar sus dudas sobre la conveniencia de celebrar eventos automovilísticos en la ciudad y acabó retirando la licencia para eventos nacionales. Al tener carácter meramente regional, los eventos perdieron atractivo y en 2004 quedaron interrumpidos para siempre.
5. Lasarte
Situado al sur de San Sebastián, el Circuito de Lasarte comenzó siendo escenario de la Semana Automovilística de San Sebastián y albergó el Gran Premio de España en diez ocasiones desde 1926, hasta que las competiciones se interrumpieron a causa de la dichosa guerra civil española.
Comparable en dureza y prestigio con la Targa Florio que se celebraba en Sicilia, el recorrido de 17 kilómetros partía de las cercanías del hipódromo de Lasarte y pasaba por Oria, Andoaín, Urnieta y Hernani antes de volver a Lasarte. Aún hoy en día, los nombres de algunas calles de la zona recuerdan el trazado, como el Paseo del circuito (Zirkuito Ibilbidea) y la Calle Tribunas (Tribunak Kalea) aunque no las busquéis, quedaron destruidas en la guerra…
Las carreras de antaño están aún salpicadas de anécdotas épicas y este circuito vio unas cuantas, la más estrambótica quizás la protagonizada por el piloto Fernando de Vizcaya y sobre todo por su mecánico, ya que al resultar perforado el depósito de su Bugatti, decidieron conectar un depósito improvisado directamente al carburador y que el copiloto lo sostuviera en sus brazos durante… nada menos que 300 kilómetros. Debieron ser las cinco horas más largas de su vida, en fin.
6. Guadarrama
Por iniciativa del rey Alfonso XIII, gran aficionado a los automóviles, el primer Gran Premio de España se celebró en 1913 en este circuito, formado por carreteras de la Sierra de Guadarrama entre Madrid y Segovia. La salida y la meta estaban situadas en La Granja de San Ildefonso, de ahí se partía hacia Navacerrada, se bajaba hacia Villalba, luego hacia Guadarrama y el Alto del León, San Rafael, Segovia y llegada a La Granja, haciendo el recorrido tres veces.
En esta época las carreras de coches eran muy elitistas – echando un vistazo a la parrilla de salida veremos que había cuatro marqueses, dos condes y un duque, aunque todos fueron batidos por el vencedor, Don Carlos Salamanca, al volante de un Rolls Royce, que hizo el recorrido en poco menos de cinco horas.
El año siguiente estalló la Primera Guerra Mundial, con lo que durante unos años no se organizaron carreras de coches – habría que esperar a 1923, pero para entonces se propuso el circuito de Terramar, así que los arbolitos de la Sierra madrileña tan sólo presenciaron una única, gloriosa carrera.
7. Jarama
En 1967 por fin también Madrid tuvo su circuito permanente, construido al norte de la ciudad, pegado a la que entonces era la Carretera Nacional VI. Ese año la prueba no entró en los puntos del campeonato, pero sí lo hicieron las siguientes, primero en alternancia con el circuito de Montjüic y luego en solitario. El circuito se diseñó como un trazado muy técnico, que exigía y exige mucha concentración por parte de los pilotos. Una de estas zonas por ejemplo la curva “Bugatti”: una curva en bajada pronunciada, con un cambio de rasante en plena trazada, un peralte invertido y con poca o nula visibilidad a la salida… glubs!
Los años setenta fueron la edad dorada del Jarama pero el circo de la Fórmula 1 instaló aquí sus carpas por última vez en 1981. La falta de zonas amplias de salida de pista y alguna zona demasiado peligrosa exigieron de una remodelación que requería de un dinero que finalmente no llegó. Afortunadamente, esto no ha evitado que hoy en día el Jarama siga vivo, con competiciones, escuela de conducción y eventos de clásicos que permiten rememorar año tras año aquellos momentos gloriosos.
Por cierto, la foto de portada del artículo es del icónico Gilles Villeneuve negociando (con su estilo inconfundible) una curva hacia la victoria en el Jarama en 1981.
8. Boavista
Éste fue un circuito urbano que discurría por las calles de Oporto y que increíblemente fue la sede del Gran Premio de Portugal de Fórmula 1, en 1958 y 1960. Y digo “increíblemente” porque debió ser espectacular, aparte de peligroso: el recorrido comenzaba al lado del mar, en la Esplanada do Rio de Janeiro, seguía por la Avenida da Boavista que le daba el nombre y finalmente los bólidos debían serpentear por los arrabales de Oporto hasta la línea de meta.
Y aquí viene lo bueno: durante el recorrido los pilotos debían pasar a toda velocidad entre las casitas de los vecinos, intentar adelantar por callejuelas estrechas y adaptarse a varios tipos de pavimento, incluyendo adoquines y… vías de tranvía.
No es de extrañar que la Fórmula 1 no volviera a Portugal hasta que el país luso no contó con un circuito decente, el de Estoril… ya en 1984. Sin embargo, el de Boavista se sigue reviviendo ocasionalmente para alguna carrera moderna de turismos y sobre todo para carreras de clásicos.
9. Monsanto
Este trazado de cinco kilómetros y medio muy cercano a Lisboa tampoco fue un circuito permanente, sino otro de aquellos diseñados usando carreteras y calles que el resto del año estaban abiertos al tráfico. Aquí se celebraron varias carreras entre 1954 y 1959 y este último año además fue sede del Gran Premio de Portugal de Fórmula 1, en que resultó vencedor el gran Stirling Moss.
Nuevamente, estamos ante un circuito con varios tipos de firme y también con vías de tranvía que seguramente daban un puntito más de emoción a las competiciones.
10. Estoril
Situado en Cascais, a pocos kilómetros de Lisboa, este circuito nos suena más, ya que fue escenario del Gran Premio de Portugal de Fórmula 1 entre 1984 y 1996. Construido en 1972, en sus primero años albergó muchas carreras nacionales y alguna internacional de rango menor, pero requirió de una gran inversión para que por fin a mediados de los ’80 fue escenario anual de una prueba de la categoría máxima.
En este circuito se vivieron grandes momentos, como la conquista del campeonato por Niki Lauda en 1984 por medio punto frente a su rival Alain Prost, la primera victoria de Ayrton Senna en Fórmula 1 en 1985 o el famoso choque entre éste y Nigel Mansell en 1989.
Durante estos años, Estoril siempre anduvo en parte en la cuerda floja por problemas relacionados con la seguridad, pasando inspecciones sólo por poco o después de forzadas remodelaciones, así que nadie se sorprendió cuando finalmente en 1997 le fue revocada la licencia, aunque aquí se siguen disputando carreras espectaculares de otras categorías.
Epílogo
Muchos de estos circuitos desaparecieron por lo mismo: la preocupación por la seguridad de pilotos y espectadores. Tras la segunda guerra mundial la potencia de los coches fue creciendo, mientras las medidas de seguridad eran las de antes de la guerra, es decir: ninguna. Así que en 1955 ocurrió lo que tarde o temprano tenía que pasar: el accidente de Le Mans del 11 de junio, con un piloto y 82 (ochenta y dos) espectadores muertos. Esta tragedia marcó un antes y un después y a partir de ella muchas competiciones desaparecieron y otros tantos circuitos cerraron o fueron remodelados. Lo que hoy nos queda son sólo recuerdos, y a veces ni siquiera eso, así que sirva este artículo para que estos trazados no caigan en el olvido.
DH
NOTA: la mayoría de los gráficos son de Wikipedia.
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